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miércoles, 19 de diciembre de 2012




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EL SIMBULO DE LA NAVIDAD ES UNA ESTRELLA :
          UNA LUZ EN LA OSCURIDAD


       

                         
Queridas y queridos,
Nos acercamos a la Navidad y a nuestro solsticio. ¿Cómo nos sentimos? Les invitamos a neutralizar imágenes catastróficas, a desmontar miedos y preocupaciones. Esos tiempos nos invitan a re-unirnos desde la sencillez y el armonía, nos invitan a estar recogid@s disfrutando del Presente Dorado. En nuestro Círculo de Mujeres de diciembre hemos recibido, en especial,  dos claves para esa temporada: Oración e Inocencia. Oración: hacer de nuestro espacio y de nosotras mism@s un templo sagrado, establecer desde el corazón nuestra intima relación con lo Divino presente en Todo, honrar el Silencio, meditar. Liberarnos de dudas y sufrimientos teniendo la absoluta certeza de estar donde tenemos que estar. Alimentar nuestra Fe y la Unión con el cosmos. La Inocencia nos recuerda de dar la oportunidad a nuestra parte mas espontanea, alegre y bondadosa, expresarse sin juicios.  Ver todo lo que nos rodea desde una mirada inocente es ir más allá de la ilusión de nuestra mente. Comenzamos a ver desde el Corazón, el Altísimo Corazón.
Que florezca la Luz para tod@s nosotr@s!
Buena Navidad y Buen año!!!
En otra reunión femenina de diciembre nos ha llegado este mensaje relacionado con la Navidad  por pura sin cronicidad, abrimos el libro al azar Y salio' este texto (de Un Curso de Milagros), aquí lo compartimos:
LA NAVIDAD COMO SÍMBOLO DEL FIN DEL SACRIFICIO.
No temas reconocer que la idea del sacrificio no es sino tu propia invención, ni trates de protegerte a ti mismo buscando seguridad donde no la hay. Tus hermanos y tu Padre se han vuelto muy temibles para ti. Y estás dispuesto a regatear con ellos por unas cuantas relaciones especiales, en las que crees ver ciertos vestigios de seguridad. No sigas tratando de mantener tus pensamientos separados del pensamiento que se te ha dado. Cuando aquellos se ponen al lado de éste y se perciben allí donde realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un dulce despertar, tan simple como abrir los ojos a la luz del día cuando ya no tienes más sueño.

El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la obscuridad. No lo veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. Cristo llega sin exigir nada. No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio, En Su Presencia la idea de sacrificio deja de tener significado, pues Él es el Anfitrión de Diós. Y tú no tienes más que invitar a  Aquel que ya se encuentra ahí, al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su Unicidad puede residir allí con Él. El amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienvenida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo envuelve. Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.

Esta navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hiere. Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. Inclúyelo todo, pues la liberación es total, y cuando lo hayas aceptado junto conmigo la darás junto conmigo. Todo dolor, sacrificio o pequeñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa. Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, y sin dolor no puede haber sacrificio. Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.

Tu que crees que el sacrificio es amor debes aprender que el sacrificio no hace sino alejarnos del amor. Pues el sacrificio conlleva culpabilidad tan inevitablemente como el amor brinda paz. La culpabilidad es la condición que da lugar al sacrificio, de la misma manera en que la paz es la condición que te permite ser consciente de tu relación con Diós. Mediante la culpabilidad excluyes a tu Padre y a tus hermanos de ti mismo. Mediante la paz los invitas de nuevo al darte cuenta de que ellos se encuentran allí donde tú les pides que estén. Lo que excluyes de ti mismo parece temible, pues lo imbuyes de temor y tratas de deshacerte de ello, si bien forma parte de ti. ¿Quién puede percibir parte de sí mismo como despreciable, y al mismo tiempo vivir en paz consigo mismo? ¿Y quién puede tratar de resolver su “conflicto” interno entre el Cielo y el infierno expulsando al Cielo y dotándolo de los atributos del infierno, sin sentirse inclompleto y solo?

No permitas que la desesperanza opaque la alegría de la Navidad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no va acompañada de alegría. Unámonos en la celebración de la paz, no exigiéndole a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofreces al amor que yo te ofrezco. Qué podría hacernos más felices que percibir que no carecemos de nada? Ése es el mensaje de la hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar y se lo devuelvas al Padre, que me lo dio a mí. Pues en la hora de Cristo se restablece la comunicación , y Él se une a nosotros para celebrar la creación de su Hijo.