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EL SIMBULO DE LA NAVIDAD ES UNA ESTRELLA :
UNA LUZ EN LA OSCURIDAD
Queridas y queridos,
Nos acercamos a la Navidad y a nuestro solsticio. ¿Cómo nos sentimos? Les
invitamos a neutralizar imágenes catastróficas, a desmontar miedos y
preocupaciones. Esos tiempos nos invitan a re-unirnos desde la sencillez y el armonía,
nos invitan a estar recogid@s disfrutando del Presente Dorado. En nuestro Círculo
de Mujeres de diciembre hemos recibido, en especial, dos claves para esa temporada: Oración e
Inocencia. Oración: hacer de nuestro espacio y de nosotras mism@s un templo
sagrado, establecer desde el corazón nuestra intima relación con lo Divino
presente en Todo, honrar el Silencio, meditar. Liberarnos de dudas y
sufrimientos teniendo la absoluta certeza de estar donde tenemos que estar.
Alimentar nuestra Fe y la Unión con el cosmos. La Inocencia nos recuerda de dar
la oportunidad a nuestra parte mas espontanea, alegre y bondadosa, expresarse
sin juicios. Ver todo lo que nos rodea
desde una mirada inocente es ir más allá de la ilusión de nuestra mente.
Comenzamos a ver desde el Corazón, el Altísimo Corazón.
Que florezca la Luz para tod@s nosotr@s!
Buena Navidad y Buen año!!!
En otra reunión femenina de diciembre nos ha llegado este mensaje relacionado
con la Navidad por pura sin cronicidad,
abrimos el libro al azar Y salio' este texto (de Un Curso de Milagros), aquí lo compartimos:
LA NAVIDAD COMO SÍMBOLO DEL FIN
DEL SACRIFICIO.
No temas reconocer que la idea
del sacrificio no es sino tu propia invención, ni trates de protegerte a ti
mismo buscando seguridad donde no la hay. Tus hermanos y tu Padre se han vuelto
muy temibles para ti. Y estás dispuesto a regatear con ellos por unas cuantas
relaciones especiales, en las que crees ver ciertos vestigios de seguridad. No
sigas tratando de mantener tus pensamientos separados del pensamiento que se te
ha dado. Cuando aquellos se ponen al lado de éste y se perciben allí donde
realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un dulce despertar,
tan simple como abrir los ojos a la luz del día cuando ya no tienes más sueño.
El símbolo de la Navidad es una
estrella: una luz en la obscuridad. No lo veas como algo que se encuentra fuera
de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal
de que la hora de Cristo ha llegado. Cristo llega sin exigir nada. No le exige
a nadie ningún tipo de sacrificio, En Su Presencia la idea de sacrificio deja
de tener significado, pues Él es el Anfitrión de Diós. Y tú no tienes más que
invitar a Aquel que ya se encuentra ahí,
al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su
Unicidad puede residir allí con Él. El amor tiene que ser total para que se le
pueda dar la bienvenida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la
santidad que lo envuelve. Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre
los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la
Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.
Esta navidad entrégale al
Espíritu Santo todo lo que te hiere. Permítete a ti mismo ser sanado
completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos
nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. Inclúyelo
todo, pues la liberación es total, y cuando lo hayas aceptado junto conmigo la
darás junto conmigo. Todo dolor, sacrificio o pequeñez desaparecerá de nuestra
relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan
poderosa. Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, y sin
dolor no puede haber sacrificio. Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.
Tu que crees que el sacrificio
es amor debes aprender que el sacrificio no hace sino alejarnos del amor. Pues
el sacrificio conlleva culpabilidad tan inevitablemente como el amor brinda
paz. La culpabilidad es la condición que da lugar al sacrificio, de la misma
manera en que la paz es la condición que te permite ser consciente de tu
relación con Diós. Mediante la culpabilidad excluyes a tu Padre y a tus
hermanos de ti mismo. Mediante la paz los invitas de nuevo al darte cuenta de
que ellos se encuentran allí donde tú les pides que estén. Lo que excluyes de
ti mismo parece temible, pues lo imbuyes de temor y tratas de deshacerte de
ello, si bien forma parte de ti. ¿Quién puede percibir parte de sí mismo como
despreciable, y al mismo tiempo vivir en paz consigo mismo? ¿Y quién puede
tratar de resolver su “conflicto” interno entre el Cielo y el infierno
expulsando al Cielo y dotándolo de los atributos del infierno, sin sentirse
inclompleto y solo?
No permitas que la desesperanza
opaque la alegría de la Navidad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no
va acompañada de alegría. Unámonos en la celebración de la paz, no exigiéndole
a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofreces al amor que yo te
ofrezco. Qué podría hacernos más felices que percibir que no carecemos de nada?
Ése es el mensaje de la hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar
y se lo devuelvas al Padre, que me lo dio a mí. Pues en la hora de Cristo se
restablece la comunicación , y Él se une a nosotros para celebrar la creación
de su Hijo.